Androginy, by Unda |
Al cabrón de Eric lo asfixiaban las sinrazones de la fortuna: cómo le encantaba que a Emma le faltaran las tetas, pero cómo extrañaba que semejante demonio careciera también de verga. Pero si había algo que más odiaba de su cuerpo descompuesto, era no poder dejar de amarla, amarlo. Y cuando más se asqueaba la hacía a un lado, y cuando más lo veía lo asía entre su brazos. Y cogiéndosela por las nalgas, el cabrón más se hundía en la vorágine del enfermo deseo, del placentero engaño.
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