jueves, 28 de mayo de 2009

La provocación



Eres un díscolo, eres un magneto alejado del hierro, cuando haces el llamado de la vida acude a ti la cortina de la muerte. ¿Qué has hecho para ser lo que eres? Te lo pregunto a ti, reflejo, ¿a dónde me has llevado? Me has matado, o me has sofocado, y no es una pregunta. En ti encuentro una filosofía febril. ¿En dónde me encuentras tú?, ¿en la muerte, o en la vida? ¿O acaso me encuentras reticente? ¿Qué no te lo he dicho todo?

También tengo sangre de espejo y por tanto mis pensamientos pueden parecerse a los tuyos, hoy nada más te tengo a ti para soportar las incapacidades de mi destino. Pero me amarga la idea de ver que otros me pensaron, me vivieron, me amaron y me quisieron, para luego olvidarme donde la eternidad se sueña entera, como si un día fuesen cinco años y una noche fuesen mil. ¿Me entiendes?

Cada recuerdo, cada sentimiento, son mi penitencia, fue por ello que mi semblante se congeló y cuando los primeros rayos de sol tocaron mi rostro no pude contenerme en uno mismo, me dividí en el agua y en el aceite, rechazándome a mí mismo, y perdí la verdadera esencia, enloquecí, reflejo, y la locura me hizo arrepentirme aún más, con cada visión, con cada palabra oscura de mis yo y mis sucios planes. Quise gritar muy, muy fuerte y llorar hasta reventarles los tímpanos a los demás.

¿Qué fue lo que me detuvo? Sí, hay parte de verdad en que me detuve, pero lo cierto es que fue por equivocación.

Podría asegurarte que eres una criatura natural como todas las otras, y que los sentimientos que escondes han crecido simplemente porque el caos los controló desde su caldo poderoso, sé que él controla todo lo que desea, tanto como a mí y a ti que somos un mal del que todos hablan como una enfermedad dolorosa y que tarda en sanarse. El mal es algo desconocido, todas las criaturas temen a lo desconocido, excepto los seres del espejo, ya que ustedes han sido parte del mal que llevamos los humanos por dentro. Es por ello que siempre habremos de sobrellevarnos en vida, de suplicarnos, resistirnos e intimarnos en secreto.

Sin embargo, a ti, ser del reflejo, nunca te ha resultado agradable mi existencia, ya que mi nacer ha sido como los comunes, he salido del vientre de mi madre causándole dolores grandes y heridas que dejaron huella. No te alegra saber que la flor que ha brotado en el Jardín significa el dolor de mi madre y el fin de las eras. Mi madre a quien he matado, fue una flor que se marchitó contrita por haber parido la inquietud y la terquedad de su hijodiablo.

No me molesta no ser un hijo divino, un hijo de Zeus, de Dios o de Quetzalcóatl, por mi cuenta siempre he sido un semidios, de los que han nacido de rosales, de aquellos egoístas y solitarios que valen menos que una mitad, los que se masturban por el orgullo y la presunción, y eyaculan espinas en el rostro de la penumbra. Para ti, mi grisáceo reflejo, yo significó solamente una cosa: la veracidad de la muerte en vida. Y tú, frente a todos mis problemas, sobresales verdadero por una inocente verdad, me lloras en gritos que desgarran a la indiferencia de mis sienes, y entonces he de abrirte los ojos y mirarte deshecho por mis errores… Allí siempre estás, en la recapacitación de un ángel caído que en el triunfo o en la derrota exhala índices de ajada humanidad. Y tú dices que vale, y yo me atrevo a creerte.

Podría besarte, y obligarme a amarte, ahora que me he enamorado de la soledad, mas el tiempo ha seguido la marcha del futuro. Y en éste me decepciono y me aflijo de saberlo imposible.

Somos inexactos. Nos hicimos en la destrucción y en los murmullos eléctricos de una concepción ajena. Nacimos para encontrarnos en las visitas al espejo. Y hoy por tanto, al momento del último respiro, te llevaré conmigo, en la esperanza de ya no ser unos desesperanzados.

Esto pasaba. La muerte, fluvial, erosionada, abrasada, helada y tentada. Nuevamente giro la miraba, y me veo a mí mismo en el reflejo, durmiendo como un niño sobre una roca de cama, desvaneciéndome como el polvo de las estrellas y la arena del desierto.


De momento

"A su hermano Blanquet no lo había vuelto a ver desde el accidente en la selva. Todavía soñaba con él, y con la cara de lobo de su padre. A veces, seguían corriendo los tres por la selva, con la respiración agitada, buscando un sendero diferente que desfigurase el rostro de su cruel destino. Pero siempre caía, y veía a su padre seguir la huida sin girarse siquiera una vez, o reparar en su ausencia. Al menos, siempre estaba Blanquet muriendo a su lado, desprovisto de realidad pura, tan sólo un recuerdo, y punto. Yaykobu soportaba las ganas por llorar por esos sueños malditos, o por Blanquet, a quien había traicionado en la huida, dejándolo morir a solas. Simplemente ya no podía hacerlo."

Off days: Los días del abandono
"Son dos hombres que se aman sin el límite de la gravedad: su libertad en los abismos más intensos de la pasión, los llevará, sin duda, a perderse en la levedad de sí mismos. Entonces, un día sin nada que ofrecerse a cambio, para aliviar sus vacíos alguno matará al otro. Porque su sudor y su hambruna de deseo, son pasiones desvalidas..."

Mercurio de las Voces y el Deseo