miércoles, 14 de diciembre de 2011

Cuervo o las hambres al polvo


Raven by Shapovalov


Hedonista del sacrificio y la tormenta de fuegos. Ilíada de deseos maleducados, señor placentero, rapaz gruñón y atormentado mientras te abrasas por el viento solano. Diez candelas o la diáspora maldita cuando odias ser parte de una parvada irrealizada, todo el tiempo en la búsqueda del diablo, quien es tu padre, y nunca en el obstáculo de la muerte, sino de la vida, porque sujeto del suelo, tus besos partieron como cáscara de viejo, a la tumba perpetua de los insatisfechos innominados. Y no por tu parte te surge el alivio sino las trampas, infausto de tu descendencia al error del manzano juicioso. Tu cara y tu cruz aún siguen rasgándose de vergüenza, expresándose indecentes, son tus pecados por la envidia salada los que se repiten sin descanso, tardíos o atenidos al periodo, te respiran tiranos, luego deseosos te sujetan por el brazo al picacho vicioso donde un dementado Prometeo. Hacia el paraíso gritas dame, y Don Tibio te empala. ¿Por qué dislocas tus tiempos sorbiendo del lodo? Cuando miras los omoplatos de Dios encrespado, eres el candor intrincado de los lobos y las plagas, y te gustas de golfo y servil pervertidor en Gea. Con tu gusto por encontrar pasillos negros y fingir allí la orgía del desvío a los inflamados de la familia, tirano u ocioso siempre consigues el centavo que figura a un río estancado para hacer temblar a Heráclito. No te atas a los gritos azuzados, perro alado, cuervo lampo, ya no sufres por tu propio veneno. Es que de muerto al destete de las pasiones desvalidas, dices, queda ese hoyo que ya no cuesta demasiado, ni se ve tan hondo como la murmuración de tu marca. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

De momento

"A su hermano Blanquet no lo había vuelto a ver desde el accidente en la selva. Todavía soñaba con él, y con la cara de lobo de su padre. A veces, seguían corriendo los tres por la selva, con la respiración agitada, buscando un sendero diferente que desfigurase el rostro de su cruel destino. Pero siempre caía, y veía a su padre seguir la huida sin girarse siquiera una vez, o reparar en su ausencia. Al menos, siempre estaba Blanquet muriendo a su lado, desprovisto de realidad pura, tan sólo un recuerdo, y punto. Yaykobu soportaba las ganas por llorar por esos sueños malditos, o por Blanquet, a quien había traicionado en la huida, dejándolo morir a solas. Simplemente ya no podía hacerlo."

Off days: Los días del abandono
"Son dos hombres que se aman sin el límite de la gravedad: su libertad en los abismos más intensos de la pasión, los llevará, sin duda, a perderse en la levedad de sí mismos. Entonces, un día sin nada que ofrecerse a cambio, para aliviar sus vacíos alguno matará al otro. Porque su sudor y su hambruna de deseo, son pasiones desvalidas..."

Mercurio de las Voces y el Deseo